MNCT 908 – El secreto del cambio sin esfuerzo
“Los que no pueden cambiar su forma de pensar, no pueden cambiar nada”
– George Bernard Shaw
En el último par de semanas, he recibido correos electrónicos de tres personas que reportan un cambio espontáneo y sorprendente (para ellos) en su comportamiento habitual. Uno describe haber dejado el alcohol después de casi 30 años de dependencia, otro dejó de fumar sin ningún esfuerzo especial después de numerosos intentos fallidos, y un tercero observó una súbita interrupción en el uso de substancias ilícitas.
A pesar de los dramáticos cambios que cada uno de ellos estaba experimentando, había algo casi anti-climático en la forma en que los cambios se produjeron. En cada caso el cambio de comportamiento, tan esperado, sucedió simplemente porque “ya no se les antojó”.
Y esta es la realidad detrás de todo comportamiento humano. Hacemos lo que hacemos porque nos parece una buena idea en el momento; y cuando vemos las cosas de manera diferente, hacemos cosas diferentes.
Esto también apunta a la futilidad de intentar cambiar nuestro comportamiento sin tener un nuevo pensamiento acerca de aquello que queremos cambiar. Incluso si tenemos éxito en el corto plazo, el intento de renunciar a nuestros malos hábitos o de desear nuestro camino hacia nuevos comportamientos se verá frustrado en el momento en que cambiemos de enfoque y nuestra fuerza de voluntad flaquee, e inevitablemente volveremos a deslizarnos hacia el hacer las cosas de la manera en que siempre nos han hecho sentido.
Y esto plantea una pregunta interesante:
Si un cambio duradero en el comportamiento es, inevitablemente, el resultado de un cambio profundo en nuestra visión, ¿podemos entonces alterar el diseño del proceso y cambiar nuestra conducta persiguiendo de forma deliberada el tener nuevas revelaciones acerca de nuestro pensamiento sobre ello?
Por desgracia (o quizás afortunadamente), no parece funcionar así. Cuando buscamos revelaciones sobre nuestro propio comportamiento, inevitablemente terminamos con “explicaciones” – muy buenas razones que nos explican el por qué nos comportamos como lo hacemos. Es a causa de nuestros padres, o nuestra falta de padres, o el barrio en el que crecimos, o la forma en que la sociedad trata a la gente como nosotros. O tal vez es la química de nuestro cerebro – nuestra naturaleza depresiva / ansiosa, o nuestras limitaciones físicas, o una historia personal que “si usted supiera todo lo que yo he pasado entendería por qué ahora me sucede lo que me sucede”.
El problema con todas estas explicaciones es que, si bien pueden ser reales, no son ciertas. O para decirlo de otra manera, son precisas, pero no causales.
Esta es la razón por la cual las revelaciones que resultan verdaderamente transformadoras casi nunca tienen que ver con tu vida – más bien tienen que ver con la naturaleza de la vida misma.
Cuando tratamos de obtener conocimientos profundos a partir de nuestra propia vida, inevitablemente nos quedamos atrapados en la telaraña de nuestra propia psicología, por un lado juzgando nuestro comportamiento y por el otro intentando justificarlo desesperadamente. Pero cuando nadamos río arriba y echamos un vistazo a los principios detrás de la vida misma, podemos ver más allá de nuestra propia psicología.
Lo que la gente ve cuando mira en esta dirección es único para ellos, y sin embargo resulta notablemente coherente en su naturaleza:
1 . Sienten ser parte, mas no estar a cargo, de una energía superior. Ya sea que a esto lo llamen energía de Dios, espíritu, fuerza de la vida o Mente Universal, hay algo acerca de nuestra conexión con esta fuerza más profunda que nos vuelve humildes al tiempo que nos da esperanza.
2 . Logran concebir aquello que nos permite ver. Si a esto lo llaman capacidad de conciencia, presencia, realización, o Conciencia Universal, el hacerse una idea de esta naturaleza es como mirar al interior de tu propio cráneo girando los ojos hacia adentro – imposible de describir, pero increíble de experimentar.
3 . Intuyen algo acerca de realidades separadas – aquello que crea nuestra experiencia de vida momento a momento. Ya sea que piensen en esta fuerza diferenciadora en términos de potencial creativo, el divino (oculto) narrador o el poder del pensamiento universal, cuando las personas dejan de tratar de controlar el contenido de sus pensamientos y comienzan a comprender el milagro del hecho mismo de que pensamos, la vida se torna mucho más fluida y nos conectamos con una profunda compasión hacia nosotros mismos y los demás.
Y cuando regresamos a nuestras vidas con este nuevo nivel de comprensión nos encontramos con que, si bien las circunstancias no han cambiado, la persona que experimenta esas circunstancias sí lo ha hecho, fundamentalmente (y sin esfuerzo).
Con todo mi amor,
Michael