MNCT 924 – Fruto del árbol venenoso
“Toda verdad pasa por tres estados. Primero, es ridiculizada. Segundo, es opuesta violentamente. Tercero, es aceptada como evidente.”
– Arthur Schopenhauer
El otro día, revisando una sesión de entrenamiento realizada por uno de nuestros estudiantes de la Academia SuperCoach, escuché a su cliente presentar un caso convincente del por qué su situación en particular no tenía esperanza. Al seguir escuchando, pude ver su indiscutible desarrollo lógico, y no me sorprendí al ver que los intentos del coach para tranquilizarla y alentarla caían en oídos sordos.
Cuando reflexioné acerca de lo que yo hubiera podido decir si hubiera estado en esa sesión, me di cuenta de que no habría intentado refutarla, redirigirla, o incluso ofrecerle una manera alternativa de ver su caso. En lugar de ello, hubiera expuesto una doctrina que tiene el original nombre de “la fruta del árbol venenoso”.
En términos legales, “el fruto del árbol venenoso” es una metáfora para explicar por qué las pruebas obtenidas ilegalmente no se pueden utilizar en los tribunales. Dado que la metodología utilizada para obtener evidencia es ilegal (“árbol venenoso”), toda evidencia obtenida (“el fruto”) es también inadmisible.
Llevada al ser humano, el “árbol venenoso” es la idea de que nuestra experiencia de la vida es el producto de nuestro entorno o las circunstancias, y que la forma en que el mundo se ve estando nosotros en un estado bajo de conciencia es como realmente es.
Pero puesto que vivimos inmersos en la experiencia de nuestro pensamiento -que varía de momento a momento- y no en la de nuestras circunstancias -que en todo caso cambian mucho más lentamente-, cualquier conclusión a la que podamos llegar acerca de nuestra vida o del mundo basándonos es esa premisa fundamentalmente falsa también será un “fruto del árbol envenenado y por lo tanto son también intrínsecamente falsas, sin importa cuán lógicas puedan parecer.
Por ejemplo, la semana pasada trajo la tragedia de Elliot Rodger, quien mató a seis personas e hirió a más de una docena porque, según sus palabras, había “sido obligado a soportar una existencia de soledad, rechazo y deseos insatisfechos dado que las niñas nunca se han sentido atraídas por mí.”
Imagínate encontrarte con él en un bar antes de los hechos y escucharlo mientras se desahoga de sus problemas. Si aceptaras su premisa básica -que la experiencia de su miseria proviene de las personas en su vida y que la forma en que el mundo se ve estando nosotros en un estado bajo de conciencia es la forma en que el mundo es en realidad- lo más probable sería que intentaras trabajar en su autoestima y convencerlo de que es un buen chicho, adorable y de buen ver, y que tarde o temprano conseguiría una gran chica si no deja de intentarlo. O podrías animarlo a salir de su pequeño mundo e ir a hacer trabajo voluntario en zonas urbanas deprimidas o un país tercermundista donde podría ver el “verdadero sufrimiento”.
Pero todo el manifesto de 144 páginas de Elliot Rodger está basado en una noción fundamentalmente falsa- que si no fuera por el comportamiento de otros, sería feliz y se sentiría realizado. Los detalles de qué era lo que necesitaba cambiar y de qué personas, necesitaban hacer qué cosas eran todos los frutos del árbol envenenado – y tristemente, seis personas (siete incluido el mismo Rodger) pagaron el precio por ese malentendido.
Reconozco que este ejemplo puede estar todavía demasiado fresco en la mente de las personas, y efectivamente, el hecho de que él asistió a muchas de las mismas escuelas que mis propios hijos, que son sólo unos pocos años más joven que él, lo hace parecer incómodamente personal para mí también. Sin embargo, no puedo dejar de pensar “¿y si lo hubiera sabido?”
¿Si hubiera sabido que vivimos en el sentimiento de nuestro pensamiento, no en el de nuestras circunstancias? ¿Si hubiera sabido que la soledad y el sufrimiento que estaba experimentando eran los frutos de sus propios pensamientos febriles y hubiera buscado alivio en la sabiduría más profunda y en la salud mental innata dentro de si mismo, en lugar de buscarlo en un mundo que sólo podía ver a través de la filtro de su propio pensamiento distorsionado.
¿Y si hubiera podido vislumbrar la unidad de la vida y hubiera podido sentir la profunda conexión e intimidad con todas las cosas que hace mucho más fáciles de llevar los altibajos de las relaciones personales?
La verdad es que la mayor parte de los frutos del malentendido de afuera hacia adentro no son tan malos. La gente sufre un poco más de lo que necesita, y no aprovecha el potencial creativo infinito de la mente más profunda con la frecuencia que podría. Pero de vez en cuando sucede algo que me recuerda lo importante que es compartir nuestro conocimiento, y aún más importante, nuestra bondad y compasión, lo mejor que podamos y con la mayor cantidad de gente posible.
Puede que no siempre ayude. Pero nunca sabrás si tu próximo acto de bondad puede salvar una vida, o si la próxima persona con quien hables que pueda escuchar algo verdadero más allá de tus palabras será quien cambie el mundo.
Con todo mi amor,
Michael.