MNCT 959 – Disfrutando el (los) juego(s) de la Vida.

MNCT 959 – Disfrutando el (los) juego(s) de la Vida.

 

“Sólo juega. Diviértete. Disfruta el partido.”

– Michael Jordan

 

Estoy escribiendo esta misiva el domingo temprano, mucho antes de que empiece el Súper Tazón XLIX y me pierda en la locura de la pizza, los nachos, las alitas, la cerveza, y las tribulaciones de mis amados Patriotas de Nueva Inglaterra.

Les escribo ahora porque ME QUIERO perder más tarde – volverme a conectar a la mal guiada matriz de una interpretación de una experiencia de afuera hacia adentro y disfrutar a tope un grueso y jugoso filete de carne.

Y estoy escribiendo acerca de “disfturar el juego” porque creo que una de las conclusiones menos útiles a las que llega la gente cuando empiezan a ver por si mismos que lo único que podemos experimentar realmente es nuestro propio pensamiento, no nuestras circunstancias, es que necesitan abandonar el juego de la vida por una especie de existencia desapegada e iluminada.

Tuve mi primer gran revelación de la naturaleza de adentro hacia afuera de la experiencia humana durante otro fin de semana de Súper Tazón a principios de 2008. Vi más allá de cualquier duda posible que nuestro bienestar es innato – una parte tan básica y fundamental de nuestra naturaleza como el respirar o el dormir. A pesar de llevar años luchando contra la depresión, de haber leído cientos de libros (y haber escrito unos cuántos) acerca de las mejores maneras de lidiar con ella, en ese momento caí en cuenta de que nunca podría ser realmente vencido por la vida, sin importan cuan malas parecieran mis circunstancias o cuan abajo pudieran llevarme en un momento dado mis pensamientos.

Los Patriotas jugaban en el Súper Tazón aquél fin de semana también, contra los Gigantes de Nueva York, que se jugaban una temporada invictos. Estaba terminando mi primer intensivo en La Conner, Washington, emocionado de estar viendo el partido en compañía de los grandes del mundo de los 3 Principios – George y Linda Pransky, Dicken Bettinger, Keith Blevens y Sandy Krot, entre otros. Hijos y nietos corrían alrededor, terapeutas de renombre mundial y líderes de pensamiento debatían acerca de los méritos relativos de Tom Brady contra Joe Montana. Estaba más feliz que un cerdo en un lodazal.

Pero entonces el partido se tornó bizarro – con menos de dos minutos restantes en el reloj, Eli Manning escapó y un receptor suplente llamado David Tyree saltó a la fama al atrapar un balón contra su casco y de alguna manera mantenerlo ahí mientras la leyenda de los Patriotas, Rodney Harrison, lo abatía.

Cuatro jugadas más tarde, Manning completó el pase a Plaxico Burress en la zona de anotación, y el sueño de una temporada invicta se terminó. Me fui a casa a lamer mis heridas y a contemplar si me podía permitir el sentirme devastador o no. Después de todo, ahora “sabía” que era sólo mi pensamiento lo que sentía, y no una reacción predeterminada al hecho de que mi equipo perdiera el gran juego.

Sintiéndome todavía inseguro de cómo debía reaccionar, el lunes en la mañana regresé a las oficinas de Prasnky y Asociados para el último día de mi intensivo y respiré aliviado: los miembros del staff que también eran fanáticos de Nueva Inglaterra se veían tan miserables como yo estaba fingiendo no sentirme. Lo que tenía claro en ese momento era que no se trataba de que “ no entendiéramos” la naturaleza de la conexión pensamiento-sentimiento, sino que el entender el origen de nuestra experiencia de vida no nos sustrae a esas experiencias.

Nuestro entendimiento simplemente actúa como una especie de “plástico burbuja para el alma”. Seguimos sintiendo lo que sea que sintamos, tan profundamente como siempre (o quizá incluso más). Es sólo que en un nivel fundamental, sabemos que aquello que es real dentro de nosotros no puede ser herido por esos sentimientos o experiencias, sin importar cuan hirientes puedan sentirse en el momento.

Inesperadamente, este entendimiento ha despertado una capacidad y un deseo de sentir lo que estoy sintiendo y experimentar lo que estoy experimentando mucho más de lo que me hubiera arriesgado a sentir y experimentar anteriormente. Me ha permitido disfrutar el (los) juego (s) de la vida a tope, dando un paso fuera de la insensibilidad autoimpuesta y el escudo de lógica racional y entendimiento cognitivo que -según yo- me estaban manteniendo a salvo, pero que esencialmente me estaban manteniendo atorado.

Para entender esto mejor, sal aunque sea por un momento esta tarde y contempla el atardecer. Puede que, sin importar qué tan claramente entiendas que el sol realmente no está desapareciendo -sólo así lo parece por cómo nuestro planeta se mueve en relación a él- de todas maneras te conmueva la belleza de los colores en el cielo.

De la misma manera, entender que “ganar” y “perder” son construcciones mentales hechas de pensamiento no tiene que quitarle lo divertido al juego. Sólo significa que después de experimentar la emoción de la victoria o la agonía de la derrota, podemos todos ir a comer un helado y disfrutar la “puesta” de sol en el cielo.

Con todo mi amor (¡y arriba los Patriotas!),

Michael.

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