MNCT 982 – Cómo cuidar sin agotarse

MNCT 982 – Cómo cuidar sin agotarse

“Una virtud es el medio entre dos vicios. virtue is the mean between two vices.”

Aristóteles

En una conversación con uno de los participantes de nuestro programa intensivo Time to Thrive intensive aquí en Barcelona, hemos explorado el viejo dilema de cómo unir de manera efectiva nuestra compasión por el sufrimiento de otros sin llegar a sufrir un “agotamiento por compasión”, una condición frecuente en cuidadores de todo el mundo en la que se ven tan sobrepasados por el torrente aparentemente infinito de problemas, que su trabajo empieza a parecer una empresa sin esperanza, sin sentido, y o simplemente imposible de soportar.

Compartí algo que he visto en mi mismo y que parece común para la mayoría de la gente cuando se trata de cuidarnos a nosotros mismos, a nuestros seres queridos, y a nuestro mundo.  Esencialmente, hay tres estados mentales por lo que la gente se mueve en relación al cuidado, cada uno completamente normal pero sólo uno de los cuales nos permite maximizar nuestro impacto pudiendo mantener (por lo menos la mayor parte del tiempo) nuestra ecuanimidad y bienestar.

  1. Cuidadoso (“lleno de cuidado” o “sobre-cuiadoso” en inglés)

Cuando somos excesivamente cuidadosos, nos obsesionamos a tal grado con nuestra preocupación por los demás que en nuestra mente no queda lugar para nada más.  Si bien al principio este “sobre-cuidado” puede llevar a la acción, con el tiempo terminamos agotados por la preocupación y empezamos a tratar de controlar todo ambiente, toda acción, y toda consecuencia.

Lo que empezó como compasión se tiñe con emoción, y nuestros intentos por hacer una diferencia positiva ahora se ven alimentados por el enojo y el miedo.  Quienquiera que no actúa como nosotros pensamos que debería actuar se vuelve “parte del problema”, y perdemos la perspectiva de nuestro propio punto de vista.

Eventualmente, terminamos tan molestos por todo que acabamos agotados, nos alejamos o nos rendimos en un intento por aliviar nuestro propio sufrimiento.  Nos volvemos tan “sobre-cuidadosos” de no caer en nuestros viejos modos de ser que nuestros actos se vuelven tentativos, y con frecuencia caemos en un círculo vicioso de inefectividad, desesperanza y desesperación.

2. Descuidado (“menos cuidadoso” en inglés)

En el otro extremo nos desconectamos de nuestra compasión innata y nos volvemos “descuidados”, tipo “No me podría importar menos lo que sucede a mi alrededor, ¡tengo mis propios problemas!”    A veces lo descuidado tiene que ver con inocencia, pero más frecuentemente con ignorancia voluntaria – un intento por esconderse de las necesidades del mundo para protegernos de lo que imaginamos será el dolor de la compasión.

Cuando adoptamos una actitud descuidada hacia la vida, nos volvemos descuidados.  Empezamos a cometer errores en nuestro acercamiento a la vida y a los demás que pueden costarnos amistades, relaciones laborales, y sobre todo, desconectarnos de nuestra sabiduría y nuestro bienestar interiores.

Así pues, si ser sobre-cuidadosos nos agota y ser descuidados nos aísla de nuestra humanidad compartida, ¿cuál es la alternativa?

3. Despreocupado (“libre de cuidado” o “libre de preocupación” en inglés)

Ser despreocupado no significa que no nos importe.  Simplemente significa que no vamos por ahí cargando nuestras “preocupaciones” en nuestro pensamiento, preocupándonos mentalmente y rumiándolas todo el día.  Porque nuestra mente está despreocupada, somos libres de “cuidar” (“preocuparnos”) por cualquier persona o cualquier cosa sin miedo de agotarnos.

En esa libertad de mente, nuestra compasión natural se incrementa.  Puede que lloremos más, pero cada lágrima nos duele menos.  Nuestra sabiduría natural y nuestro sentido común están al alcance de la mano, guiándonos para cambiar lo que podemos, aceptar lo que no podemos cambiar, y conocer la diferencia.

En palabras de George Bernard Shaw:

Esta es la verdadera alegría de la vida, el ser utilizado para un propósito que tú mismo reconoces como poderoso; el ser una fuerza de la naturaleza en lugar de un pequeño, febril y egoísta guiñapo de aflicciones y rencores que se queja todo el tiempo de que el mundo no se dedica a hacerlo feliz.

Soy de la opinión de que mi vida pertenece a toda la comunidad, y mientras viva será un privilegio hacerlo por aquello que pueda.

Quiero encontrarme completamente usado cuando muera, pues mientras más duro trabajo, más vivo.  Me regocijo en la vida por sí misma.  La vida no es una “breve vela” para mi.  Es una especie de antorcha espléndida que sostendré por un momento, y quiero hacerla brillar tan fuerte como me sea posible antes de entregarla a futuras generaciones.

Cuando leo esa cita desde un espacio descuidado, me suena a demasiado trabajo.  Cuando la leo desde un espacio cuidadoso, suena a una justificación para prenderme fuego a mi mismo esperando que otros puedan beneficiarse de la luz hasta quedar completamente consumido por las flamas.  Pero cuando la leo desde un lugar despreocupado, me doy cuenta de que las antorchas se hicieron para arder.  Están hechas para disipar la oscuridad, señalar el camino, y encender las antorchas de otros.  Y con un poco de cuidado, puedes hacer arder tu antorcha sin que termine agotándose.

Con todo mi amor,

Michael

Previous

Next