MNCT 979 – La Sed Perfecta.

MNCT 979 – La Sed Perfecta.

“No dejaremos de explorar. El final de nuestra exploración será llegar al lugar donde iniciamos y volver a conocerlo por primera vez.”

– T. S. Eliot

Esta semana en Twitter, alguien me preguntó si los principios que comparto en The Inside-Out Revolution “reemplazan” los mensajes de mis libros anteriores. Por curiosidad, tomé algunas copias de ellos del librero y los hojeé por primera vez en muchos años. Lo que me llamó la atención fue qué tan trabajoso me parecía entonces el trabajo de cambiar vidas.

Cada libro está lleno de preguntas que hacer y responder, cosas que intentar y creer, técnicas que practicar, y revelaciones que había tenido en cuando a cómo ayudar a las personas con su motivación, desarrollo de habilidades, gestión de tiempo y más. Cada metodología había sido revisada de manera honesta y llevada a la práctica en mi vida y las vidas de mis clientes mucho antes de ser publicada, y sin embargo, hasta donde puedo decir, no he utilizado una sola de ellas en años.

Recordé una respuesta que solía escuchar del Dr. Richar Bandler, el co-creador de NLP (Programación Neurolingüística), cuando algún participante en el curso se quejaba de que lo que estaba enseñando contradecía algo que había compartido anteriormente en algún libro o seminario. “Hay personas en todo el mundo,” decía guiñando el ojo, “atorados en diferentes etapas de mi desarrollo personal.”

Me recordó también a un concepto de la tradición Sufi llamado “la sed perfecta”. ¿Has notado cómo el agua nunca sabe tan bien como cuando tienes mucha, mucha sed? Bien, pues la sed perfecta, la sed por el amor y el conocimiento, es tal, que puede ser aplacada continuamente, pero nunca será saciada. Y si bien estoy increíblemente agradecido por haber visto lo que he visto acerca de la naturaleza de la experiencia humana, estoy igualmente agradecido por saber que, en muchos sentidos, nada más he visto la punta de un iceberg cósmico infinitamente grande y hermoso.

Les comparto un cuento Sufi que adapté para mi primero libro, You Can Have What You Want. Tradicionalmente, la historia termina cuando el león llega al lago, pero pensé que sería interesante contemplar qué hubiera podido pasar a continuación.

Había una vez, un bebé león que se había quedado solo y asustado en el mundo. Un día, una familia de ovejas lo encontró perdido en su hogar, un valle de hierba verde y fresca al pie de una montaña, y como era tan hermoso y ellas eran tan amables, decidieron adoptarlo como uno más de los suyos. Fue su hermana, que tenía un agudo sentido de la ironía, quien sugirió llamarlo ´Leo´.

Así que le enseñaron a Leo, el bebé león, a caminar como oveja, a balar como oveja y todas las cosas que las ovejas hacen, y lo amaron con todo su corazón. Le enseñaron a temer lo que las ovejas temen y le advirtieron que hiciera lo que hiciera debía permanecer alejado de las montañas, pues en ellas habitaban leones, y ninguna oveja que se había aventurado en ellas había regresado jamás.

Eventualmente, Leo se volvió tan bueno actuando como oveja que hasta su propia familia olvidó que en realidad era un león. Por supuesto, ocasionalmente algunas ovejas lo molestaban por su inusual tamaño y su corte de pelo. Pero Leo hizo todo lo que pudo por encajar y logró hacer buenos amigos, hasta que se convirtió en un miembro bueno y productivo de la comunidad de ovejas.

Los años pasaron sin nada digno de contarse hasta que un día, un viejo león de la montaña bajó al verde valle en busca de comida. Leo fue el primero en sentir su presencia, y en cuanto gritó ´¡León!´, todas las ovejas se entraron en pánico y empezaron a correr en círculos. En medio del caos, el viejo león notó a Leo.

“¡Oye, tú!”, rugió el hambriento león.
“¿Y-y-yo?” lloriqueó Leo, aterrorizado, pero igualmente fascinado por esta magnífica criatura.
“¿Qué estás haciendo aquí con todas estas ovejas?” preguntó el viejo león.
“Son mi familia” dijo Leo, orgulloso.
El viejo león estalló en una carcajada. “Entonces, ¿quién eres tú, pequeño?”
“Soy Leo y soy una oveja” baló Leo.
De pronto, la cara del viejo león se tornó feroz. “¡Ven conmigo!” rugió.

Leo no quería ir con el viejo león, pero pensó que al hacerlo podría salvar a las demás ovejas. Así que echando un último vistazo a su rebaño, siguió al león y se adentró con él a las montañas.

Caminaron muchas millas hasta que, por fin, muy arriba en la montaña, llegaron a un hermoso lago de aguas claras y cristalinas. El viejo león pidió a Leo que se acercara a la orilla del lago. Para ese momento Leo ya estaba exhausto, no por la subida, que le pareció sorprendentemente fácil, sino por el constante miedo de que en cualquier momento el viejo león lo fuera a comer. Así que con un dudoso ´Baaa´, Leo fue hasta la orilla y miró hacia donde apuntaba la garra del león.

Para su sorpresa, no vio una oveja, sino el reflejo de un fuerte y joven león. En ese momento, supo quién era en realidad y dio un tremendo rugido que sacudió las montañas hasta el verde valle.

Después de la sorpresa de descubrir su verdadera identidad, Leo cayó en cuenta de que estaba hambriento — realmente hambriento. Y la hierba ya no iba a ser suficiente. Por fortuna, Leo sabía dónde encontrar mucha comida.

Pero cuando regresó al valle donde pastaba su viejo rebaño, se detuvo en shock. Porque lo que vio no fue un rebaño de ovejas, sino una manada de leones, todos pastando y balando y actuando como ovejas. Fue su madre quien lo vio primero y, aunque Leo podía ver que era una hermosa leona, ésta no lo reconoció y se acobardó gritando ´¡León!´a todo pulmón.

´¡Madre!´, rugió él, pero el sonido sólo hizo que las ovejas/leones corrieran más rápido entre el agitado rebaño.

Finalmente, Leo notó que su hermana lo estaba mirando con una pizca de reconocimiento en su mirada, y supo lo que tenía que hacer. Hizo su gesto más feroz y le rugió ´¡Ven conmigo!´ Y aunque ella estaba muy asustada, lo siguió montaña arriba hasta el cristalino lago…

Diviértete, aprende montones, y si te encuentras un león en tu camino, puede que quieras mirar hacia donde está apuntando y ver qué descubres.

Con todo mi amor,
Michael.

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